jueves, 22 de noviembre de 2012

Día 2: Que bien se lo montaron los Tokugawa estos no?

Temple of the Weeping Dragon, Nikko.

Después de las aventuras con Jet, el reloj, y el sueño interrumpido a ratos, a eso de las 6 y media nos hemos tirado diligentemente de la cama y después de una reconstituyente ducha, y el desayuno de los campeones (si no pone café expresamente en la bebida que compras, es probable que no sea café, si no leche con caramelo), no hemos tenido una idea mejor que meternos en el metro de Tokio en plena hora punta. Ahí, con un par, que somos vascos coño.

Hemos llegado a nuestra parada con andar airoso y la parte teórica aprendida. Hoy nos tocaba hacer algo de equilibrio metril para llegar hasta la estación de autobuses de Hamamatsucho. Vale, teóricamente teníamos que coger la línea Marunouchi, hasta Shinjuku, y allí cambiar a la Oedo. Ja! Ni de coña iba a ser tan fácil.

Después de pensar que no es tan fiero el lobo como lo pintan porque hemos tenido bastante holgura en el primer metro... hemos llegado al segundo, y nos hemos dado cuenta de que estos taimados japoneses no nos dejaban hacer algo que puede parecer perfectamente lógico, que en la misma estación se puedan coger ambas direcciones de una línea! Ni hablar.

Al final, después de mucho brainstorming, hemos hecho caso de la opinión del marido, y hemos cogido un tren para retroceder una estación de la linea Oedo, para poder coger luego la dirección contraria, que nos permitiría llegar a Daimon. Y de allí, supuestamente fácilmente, a Hamamatsucho.

A proposito. Es cierto que los japoneses son capaces de dormir de pie en el metro. Las sardinas en lata también lo hacen porque no hay cristo que se caiga con tanta gente.

Conseguido el objetivo de llegar a Daimon con media hora de adelanto sobre la hora necesaria.... hemos seguido las indicaciones hasta que nos hemos encontrado con una flecha que nos ha desconcertado, nos ha hecho dar varias vueltas, y nos ha hecho pensar que quizás, las señalizaciones japonesas no son del todo como las nuestras. (Básicamente para nosotros nos estaba mandando para abajo, y para ellos era a la derecha)

Encontrada la estación, y encontrado el mostrador del viaje organizado, todo ha ido como la seda. Nos hemos juntado con otros 13 turistas y nuestra guía, Katherine, neoyorkina casada con tokiota hace la tira de años... que nos ha amenizado con historias sobre el sitio que ibamos a visitar y prácticamente todo lo que ibamos viendo por el camino hasta Nikko, que está en las montañas, como a dos horas de autobus.

Nikko es una ciudad pequeñita, que en época turística multiplica por una burrada sus habitantes y recibe una cantidad obscena de visitas porque es muy famoso por dos cosas, el santuarios Tôshôgu, y las ojas de los arces japoneses en otoño.

Doy fe que ambas cosas son impresionantes. En este santuario está enterrado uno de los grandes shogunes japoneses, Tokugawa Ieyasu (Yasu para los colegas), al que enterraron aquí para divinizarlo y que se convirtiera en un protector de Tokio contra los malos espíritus que vienen del nordeste. El Santuario original debía ser más sencillo, pero a los 20 años de muerto, su nieto, Iemitsu (Mitsu para los colegas) decidió demostrar el poder de los shogunes Tokugawa (era el tercero de su nombre) montando un complejo de templos budistas alrededor del Santuario de su abuelo, al que le metieron un remodelado... que pa que.

Básicamente, todo es a lo grande, las piedras que delimitan la subida, los torii, a cada cual más grande que el siguiente, y todo con esos colores chillones budistas que de normal me resultarían agobiantes, pero que en medio de todos aquellos cedros centenarios (porque aquí hay árboles que se plantaron en el siglo XVI) no resultan tan cantosos.

Merece la pena. Se me ha echo corto. Y hubiera necesitado unas cuatro horas solo para los templos principales!

Después de llevarnos a un restaurante de comida típica de las montañas (caliente y contundente, como debe), hemos visitado la villa Imperial de Nikko, originalmente parte de la villa de los Tokugawa en Tokio se trasladó a Nikko como villa de retiro, fue ampliada en parte por un comerciante, pero finalmente asumida como villa propia por el emperador Taisho (abuelo del actual), que se estableció allí durante varios años y que sirvió también como retiro de varios principes herederos y emperadores siguientes.

En un edificio laberíntico, de suelos de tatami que tienen ese olor característico, fusamas de papel de arroz, suelos de madera pulida, madera lacada, por todas partes... casi todo en una planta elevada sobre el suelo de fuera, rodeando diferentes jardincitos interiores, salvo la parte que los Tokugawa se trajeron de Tokio, que tiene dos alturas (y como curiosidad, en todos los apliques de esta zona Tokugawa, el mon de estos, esta tapado por el mon imperial).

El jardín, entre japones y occidental era una pasada. Con varios arces cuyas ojas eran de un color rojo sangre, casi imposible de capturar en una foto (sobretodo yo que todavía voy de prácticas con la canon y a veces no enfoco bien).

Y como no teníamos bastante frío, nos han llevado a ver lo que ha terminado de darme ganas de volver, las cataratas de Kirifuri, antesala del parque nacional que rodea Nikko. Unas montañas que a mí, personalmente me recuerdan bastante a los Pirineos.

Tocaba volver a Tokyo y en el viaje de vuelta, entre otras conversaciones Katherine nos ha ido contando cosas sobre el Museo Ghibli y poniendonos los dientes largos... y diciendo al resto que se ha interesado que conseguir las entradas puede ser bastante complicado si no se piden con antelación (una que es previsora).

Como nos dejaban en Shinjuku, nuestro plan original era volvernos directamente al hotel. Pero una noche clara y las torres del Gobierno Metropolitano de Tokyo nos han llamado con cantos de sirena. Mucha gente que viene a Tokyo sube a la Tokyo Tower a sacar fotos desde ella, pero la subida es de pago. Las Torres del Metropolitano son más altas... y es gratis subir.

45 pisos en un suspiro después unas vistas nocturnas de Tokyo espectaculares y yo maldiciendome por no llevar trípode. Así que la fotos no capturan la sensación de estar allí arriba de noche. Quiero subir de nuevo de día!

Y después... digamos que por primera vez en mi vida he entendido mal un plano y casi acabamos en Shibuya en vez de en S.Gyoenmae que es donde estamos nosotros. Digamos que Fer me ha metido en el metro, hemos llegado al hotel después de un par de cambios (bendita Suica, esta tarjeta es una gozada para andar por el metro) y me he puesto a escribir en el blog mientras me cenaba un onigiri relleno de atún con mayonesa.

Y mañana... más templos, ceremonia del té... y Kiyotoshi!!

Día 1: Eso del Jet Lag, no es un mito!

Fuji, al fondo, detrás de Tokyo.
Ay Dios.... que eso del Jet lag, no solo existe! Es una mierda! (Con perdón). Ayer lo sufrí en mis propias carnes. También descubrí que los vuelos en avión de más de 2 horas son un etern coñazo, incomodo, y doloroso. Además de un destrozo de los nervios por la falta de sueño como es debido.

Pero paso de hablar del vuelo más allá de que son 11 horitas de viaje, que te ponen a dormir enseguida, ergo, si has subido al avión a las 3... a las 5 va a tener el cuerpo para dormir... Rita la Cantaora. Puedo informar de que Siberia esta nevada y bien congelada, y que el Mar de Japón estaba espabiladito, y que efectivamente, las montañas bloqueaban todas las nubes y que la llanura de Tokyo y el Pacífico estaban estupendamente al solazo.

Y el Monte Fuji se ve desde el avión según llegas a Narita a la derecha. Creo que hasta que lo ví no fuí del todo consciente de estar en Japón. El aeropuerto de Narita es grande, la Terminal 1 tiene un par de kilometros hasta que puedes coger tus maletas, creo. O eso nos pareció a mi amigo el JetLag y a mi. 

Me registraron la maleta, yo todo sonrisas y cara de gaijin que no ha roto un plato en su vida y rezando para que no abrieran mi neceser y se encontraran con el alijo de eferalganes, aspirinas, couldinas, almax y demás (una viene preparada, corre el rumor que aquí los medicamentos de adultos son los que nosotros damos a los niños).

Una vez abordado el Narita Express, cómodo, limpio y rápido, llegamos a la estación de Shinjuku y ahí si que tuvimos nuestra primera experiencia con el famoso metro tokiota. Mi pensamiento, lageado, "Pues bueno, no es tan lioso...".Claro que solo tuvimos que coger una linea, la Marunouchi, hasta Shinjuku-gyoenmae, desde donde más tarde descubrimos que se llega a nuestro hotel echand leches... pero el jetlag nos hizo dar un paseo.

El hotel es una gozada. La habitación es grande, tenemos cocinita que viene muy bien para desayunar. Y una cama tan comoda que a eso de la 2 del mediodia de aquí... tuvimos que estrenar. Dos horas más tarde el amigo JetLag gruñía porque me empeñé en que sería sano levantarse y explorar el barrio para cenar. Después de una dura pelea contra Jet y su compinche Almohada, conseguimos salir y después de pasear un poco, preguntarnos porque demonios no sotierran los cables, que los tienen todos volaos jodiendo fotos, entramos en una especie de selfservice en el que una señora muy risueña nos echó una mano como pudo, yo me comí el tofu más picante del mundo (vigilad que el plato no tenga un color anaranjado chillón, suele implicar salsa de chile), y Fer una especie de sardina a la plancha y una ensalada... volvimos al hotel, hicimos la compra del desayuno y JetLag, mi marido y yo nos tiramos a la cama.

Me desperté a las dos horas pensando que llevaba toda la noche durmiendo, ví que el reloj marcaba las 10 y monté la de sanquintín pensando que nos habíamos dormido y con ello perdido la excursión a Nikko del día siguiente... hasta que al abrir las cortinas ví la estupenda noche iluminada de Tokyo. 

Pedí perdón. Varias veces. Jet Lag y el Marido fueron benevolentes.

viernes, 26 de octubre de 2012

Juro Solemnemente....

Latxa musugorri.

A ver, juro, de verdad, que no toda mi vida gira alrededor de las lanas. Solo el 40% de ella ahora mismo. El otro 60% está ocupado por cierto evento social, eso que cuando estudiaba antropología nos daba por llamar ritos de paso... en mi caso... el de dejar de ser administrativamente soltera, y pasar a ser una señora casada. Y que ya los niños puedan llamarme "Señora" sin que yo tenga excusa para estrangularlos y acabar con sus jóvenes e insolentes vidas.

Tengo otro Blog. Hasta ahora era "el Blog" porque lo poco que escribía, lo escribía allí, y siempre tiene que ver con proyectos de punto/telar/rueca. Y no quería contaminarlo con otras cosas como Boda/Gastronomía/Idas de Olla. 

Además, necesitaba un sitio donde ir narrando el viaje de novios que me espera en menos de un mes, cumpliendo un sueño de antes incluso de conocer al maridable: pisar tierras niponas antes de que un terremoto más, o Godzilla, se lleven Tokyo por delante. Ah no! Yo tengo que pasear por el parque de Ueno, hacer el bobo delante de la estatua de Hachiko, y llorar en el Museo Ghibli. Y lo bueno es que lo haré mano a mano con mi mejor amigo.

De aquí, al 17 de noviembre, es más que probable que me desahogue por escrito, porque la alternativa es morderme las uñas, y eso sí que no, que luego no lucen nada en las fotos.

Por ahora me conformo con cruzar los dedos para que el fotografo no se nos quede a vivir en Islandia (bendito él), no haya que ajustarme mucho el vestido de novia, y que no se me caiga nadie ya de la lista de invitados, que me descuadran las mesas!!